Las 70 semanas de Daniel 1 Parte




El reloj profético del Dios bíblico va acompañado de una brújula.
  Estos dos elementos permiten que los creyentes en la Biblia como revelación puedan orientarse en cuanto a los tiempos del fin y acerca del lugar donde ocurrirán ciertos eventos que se muestran como puntos de referencia.  El libro de Daniel es uno de esos libros que contienen profecía referida para los tiempos del fin, no obstante que ese sea un libro histórico y no profético, según el catálogo de los elaboradores del canon.  Pero así como los Salmos de David contienen profecía sobre el Mesías y sobre otros eventos del porvenir, otros libros ´ no proféticos ` contienen también profecías que son de gran relevancia.
En el capítulo 9 de Daniel se dice que el profeta se encontraba hablando y orando, y confesando su pecado y el de su pueblo, cuando el varón Gabriel fue a él en la tarde.  Gabriel le hizo entender dándole sabiduría y entendimiento.  La profecía es contundente, pues se anuncia un determinado tiempo para el pueblo de Daniel (Israel) y para su ciudad (Jerusalén).  Recordemos que al inicio del capítulo 9 Daniel se encontraba mirando en los libros el número de años que duraría el castigo de Jerusalén, anunciado por el profeta Jeremías. 
Haciendo la plegaria, porque ya sabía que el tiempo de la finalización de ese castigo pronto terminaría, Daniel fue escuchado; pero por el hecho de ser muy amado le fue enviada una revelación especial acerca de su pueblo y de Jerusalén, aunque también acerca de una serie de eventos que tendrían lugar en relación con su pueblo y con su ciudad amada.  Esos eventos nos interesan a nosotros los habitantes del planeta, independientemente de que no seamos Israelitas ni que vivamos en Jerusalén.  Y es lógico el interés por cuanto lo que allí acontezca no será un evento aislado del resto del planeta, pues aunque parte de la profecía ya ha sido cumplida la parte final será cumplida en base a una serie de acontecimientos históricos en los cuales parece que estamos viviendo.
Dice Isaías ¿Quién oyó cosa semejante? ¿quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?  Pues en cuanto Sión estuvo de parto, dio a luz a sus hijos  (Is. 66).  En el año de 1948 nace Israel con su propio territorio.  Es bueno recordar esta cita de Isaías para poder vincularlo con lo anunciado por Daniel.  Ese texto de Isaías se refiere a un evento que está incluido en la cadena de acontecimientos que tienen que ocurrir con precisión para que se cumpla toda la palabra dada a Daniel. 
Ya el profeta Zacarías en el capítulo 2 de su libro había anunciado que quien tocara a Israel tocaría a la niña de los ojos de Dios.  Y en el Génesis 12:3 aparece una declaración que va a marcar el destino de este pueblo hasta el final:  Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.  Dado que el Dios de la Biblia se manifiesta a sí mismo como un Dios de pactos, resulta de provecho entender que Él no cambia, por lo cual sus pactos jurados en su propio nombre se mantienen.  Muchos suponen hoy día que el Dios de Israel abandonó a Israel por la Iglesia.  La iglesia ha sido el producto de un nuevo pacto, y es parte de ese gran paréntesis que se deja ver en la declaración que escribe Daniel entre la semana 69 y la 70. El mismo Pablo en su carta a los Romanos advierte que Dios no ha desechado a su pueblo, refiriéndose a Israel, y agrega que al final de los tiempos todo Israel será salvo.  Por eso el pueblo de Israel sigue siendo una brújula y un reloj profético, a partir de los datos suministrados en la Biblia.
En la Biblia encontramos muchísimos pueblos y naciones en referencia a lo que Dios hace y a lo que hace con Israel.  Sin embargo, existen tres categorías generales de pueblo dentro de las Escrituras:  los Israelitas, los Gentiles y la Iglesia.  Estas categorías tienen que ver con el plan de salvación de Dios para con la humanidad.  Los primeros pactos fueron hechos con Israel.  Después se incorporaron los gentiles, pero dentro del nuevo grupo naciente que es la Iglesia.  Dentro de la iglesia todos somos iguales, en el sentido de que no hay judío ni griego, nadie es superior a otro y el que se crea más grande debe servir al más pequeño.  Es dentro de la iglesia que Dios hizo de los dos pueblos –el israelita y el gentil- uno solo.  Pero fuera de la Iglesia siguen vivos los pactos realizados con Israel, que son de obligatorio y necesario cumplimiento, pues están proyectadas muchas promesas tanto para los tiempos actuales como para los tiempos subsiguientes.  De manera que no es conveniente confundir ambos pueblos, el gentil (adherido con la iglesia, sabiendo que la iglesia incluye, además de a los gentiles a los judíos conversos) y el judío (de los viejos pactos).  Ambos pueden ser un solo pueblo dentro de la iglesia. Pero fuera de la iglesia, en la que continúan miles y millones de ellos, continúan bajo el efecto de los viejos pactos. 
Esta situación planteada se ve reforzada por la famosa semana 70 profetizada por Daniel, además de otras cuantas profecías del Antiguo y del Nuevo Testamento que refieren al tiempo en que Israel sería esparcido a través de las naciones, lo que se conoce como la diáspora judía en el mundo, y el tiempo en que serían llamados a ser de nuevo Israel, a ser esa nación que dejó de existir hace centenas de años pero que nació en un solo día, como dijera Isaías.  Cuando vemos estos acontecimientos históricos no nos podemos negar a admitir que esos viejos pactos siguen vigentes, pues de lo contrario esas promesas no se habrían cumplido.  Esto contraviene lo que algunos sostienen diciendo Dios abandonó a su pueblo, o lo trocó por la Iglesia.  Queda claro que aunque Dios hizo de los dos pueblos uno solo, lo hizo dentro de la Iglesia –donde no hay judíos ni griegos-, pero fuera de la iglesia los viejos pactos están vigentes para Israel, y el nuevo pacto está vigente mientras dure la iglesia en la tierra. 
Cuando vemos las noticias de los acontecimientos del mundo, a veces podemos observar a los judíos frente a su muro de los lamentos.  Están lamentando que el templo de ellos no esté construido.  Ese templo fue destruido en el año 70 d.C. bajo las tropas del general romano Tito. Desde esa época empezó la nueva diáspora judía hasta que hace pocos años comenzaron a retornar a su pueblo.  Pero los judíos rabinos y los de la religión judaica visten de negro frente al muro de los lamentos.  Están de luto porque no tienen todavía el templo.  Ese templo, que era el famoso templo de Salomón, reconstruido después, subyace en ruinas en el terreno de una mezquita, llamada la mezquita de Omar o mezquita de la Roca.
Pedro dice que la profecía de la Escritura no es de interpretación privada, pues ella no fue traída por voluntad humana, sino que los profetas hablaron inspirados por el Espíritu Santo.  Pablo nos exhorta a no menospreciar las profecías.  Estas dos observaciones hechas por dos apóstoles nos animan a intentar acercarnos al sentido de esos anunciados eventos del porvenir, de un porvenir no muy lejano sino inmediato. 
Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean más nación, y no haya más memoria del nombre de Israel (Salmo 83: 4); este salmo parece ser una profecía que se está cumpliendo actualmente, en pleno siglo XXI.  En Oseas 3: 4-5 encontramos escrito:  Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días. Y más adelante nos dice:  Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él (Oseas 6: 1-2).  Recordemos a Pedro cuando nos dice que para el Señor un día es como mil años, y mil años es como un día.  Esos muchos días del profeta Oseas son dos mil años, y al tercer día, volverá a la vida. En Cristo se cumplió esta profecía, pues resucitó al tercer día, pero es considerada una profecía de doble cumplimiento, por cuanto se habría de cumplir en el pueblo de Dios (Israel), después de 2.000 años de dispersión y alejamiento de Dios.  El mismo profeta Oseas había vaticinado: Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán (Oseas 5:15). El hecho de que Oseas haya dicho que buscarán a David su rey hay que entenderlo en el contexto en que Jesús es llamado hijo de David, pues desciende de él. De allí que se haya dicho que el trono de David no tiene fin.
¿Qué significa el término semana?  Como una semana consta de siete días, a nosotros nos parece poco tiempo hablar de siete semanas.  Sin embargo, para los hebreos las semanas pueden ser de siete días o de siete años.  Por el contexto en que fue dada esta profecía, y por las fechas en que se ha cumplido gran parte de esta profecía, hemos de entender que se trata de semanas de años.  70 semanas de 7 años cada una, lo cual da un total de 490 años.  No obstante, lo establecido para tu pueblo y la ciudad santa no está pautado que suceda en un período de 490 años continuos.  La profecía está estructurada de tal forma que tres renglones de tiempo se marcan en ella como señal de ciertos eventos que nos habrán de orientar en el campo profético.
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