La recuperación de las caídas


Leer | 1 Juan 1.5-9
Ya sea que hayamos conocido a Cristo hace poco, o que lo hayamos seguido durante años, el diablo busca atacar nuestra fe para hacer que volvamos a caer en la desobediencia. La Palabra nos advierte que debemos estar alerta, porque nuestro enemigo es como un león rugiente que busca hacernos daños (1 P 5.8.)

Su intención es esclavizarnos al pecado. Cuando sucumbimos a la tentación, Satanás nos presiona para que nos apartemos de nuestro Padre celestial, y creamos que no podemos volver a Dios. Algunos se sienten tan mal, que escuchan sus mentiras y vuelven a los caminos del mundo.

Puesto que nuestro Padre conoce tanto las tácticas del diablo como nuestras debilidades, ha concebido una vía de escape para nosotros. Se llama confesión. La confesión genuina significa decirle al Señor lo que hemos hecho, y admitir el pecado que hemos cometido. Implica además, expresar dolor por ello, reconociendo la imposibilidad de redimirnos a nosotros mismos, y declarar el deseo sincero de apartarnos de nuestro pecado y vivir de nuevo para Dios. El Señor promete limpiarnos para que nuestra comunión con Él sea restaurada (1 Jn 1.9).

El enemigo es astuto, pero la Biblia ofrece una buena estrategia para evitar la trampa: “Que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios” (Ro 12.1, 2 LBLA). Recuerde que la victoria comienza en su mente. Cuanto más aplique usted este principio, mayor será su éxito.

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