Las 70 semanas de Daniel 3 parte



Tres períodos de sietes.

I- 7 semanas (7x7 = 49 años).  En este período de tiempo se deben hacer ciertas  actividades y bajo ciertas circunstancias, de manera que no es una división caprichosa de Gabriel ni de Dios.  Lo que se debe realizar en estas primeras 7 semanas de años es restaurar y edificar a Jerusalén, edificar la plaza y el muro.  Las circunstancias para realizar estas actividades queda explícita con la proposición en tiempos angustiosos(Daniel 9:25).  Según las circunstancias relatadas por Nehemías para llevar a cabo esta tarea profética,  hubo mucha oposición dentro de los enemigos de Jerusalén.  Se opuso Sanbalat y Tobías.  Tuvo que salir de noche y en silencio, con una sola cabalgadura, y guardar secreto ante los mismos oficiales que deberían darle apoyo por parte del rey.
  Ni siquiera pudo decirle a los demás judíos acerca de su nueva y esperanzadora tarea.  Y cuando finalmente Nehemías les declaró a los demás judíos la manera prodigiosa como Jehová le había proporcionado la ayuda del rey, nuevamente se levantaron contra él Sanbalat, Tobías y se les añadió Gesem el árabe, haciéndole escarnio.  Pero la declaración de Nehemías fue contundente y aleccionadora, bien vale la pena recordarla:  El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén (Nehemías 2:20).  En ocasiones nos angustiamos por el escarnio del mundo cuando intentamos realizar las tareas que nuestro Dios nos ha encomendado.  La respuesta de Nehemías es un claro ejemplo de lo que debemos pensar antes de deprimirnos:  quienes nos escarnecen a lo mejor no tienen parte ni derecho ni memoria en la Jerusalén celestial.
De  manera que fue  en tiempos angustiosos como dijo Gabriel que se pudo reconstruir la ciudad, la plaza y el muro; tiempos en que los que edificaban el muro, con una mano trabajaban en la obra y en la otra tenían la espada, pues los enemigos de los judíos buscaban impedir la reconstrucción de Jerusalén.

II- 62 semanas (62x7 = 434 años).  Este período de tiempo suponía el ejercicio de un pueblo en la práctica judaica del sacrificio en el templo, del amor a la ciudad de Jerusalén.  Suponía también que los judíos la ocuparían y vivirían en ella como en su ciudad, independientemente de que estuviera bajo gobiernos generales de los imperios de turno.  Cuando Jesucristo hace su aparición en ella, una vez que nace en Belén de Judea, era Herodes el rey de esa pequeña nación.  Pero era el rey de los judíos, al servicio de Roma, el imperio que la subyugaba.  Sin embargo, Jesucristo nació en un pesebre, en Belén, fue reverenciado por unos reyes del Oriente, perseguido por Herodes cuando se enteró de que había nacido un nuevo rey que gobernaría eternamente; esa información le fue dada a Herodes por los reyes del Oriente que habían visto en las estrellas del cielo la señal indicadora de lo que estaba sucediendo.  De manera que estas y muchas otras profecías sobre la venida del Mesías no se hubiesen podido cumplir al pie de la letra si no hubiese transcurrido este período de 434 años ó 62 semanas para permitir históricamente el ensamble del pueblo judío con su ciudad amada.  Ese ensamble era necesario pues ellos vivían en cautividad, lejos de Jerusalén y con la ciudad destruida, incluido de igual forma el templo.
Sin este período de tiempo, una vez terminada la reconstrucción de la ciudad, la plaza y el muro, Jesús no habría podido predicar en las calles y sinagogas de Jerusalén.  Con el pueblo judío disperso y fuera de su ciudad no se hubiesen dado las condiciones necesarias para la aparición del Mesías Príncipe.  Este Mesías tenía que hacer su aparición como tal al final de la semana 69 (7+62); por otro lado a este Mesías se le quitaría la vida después de las 62 semanas.  Estos dos acontecimientos quedaron marcados como indicadores: el primero como parte del período final de la semana número 69, y el segundo evento como posterior a la semana 69. Dado que se trata del mismo Mesías Príncipe es de suponer que son dos eventos sumamente cercanos el uno del otro.  Sin embargo, Gabriel lo dijo muy claro:  Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías. 
Las primeras 7 semanas (49 años) estuvieron marcadas por la orden de Artajerjes para la reedificación de Jerusalén, y las circunstancias eran hacerlo en tiempos angustiosos, todo lo cual prepararía el terreno y el ambiente para que el pueblo judío se instaurara en Jerusalén, haciendo con ello lo pertinente para que el Mesías pudiera aparecer en medio de ellos.  Las 62 semanas siguientes (434 años) fueron marcadas con un evento supremo: la aparición del Mesías Príncipe. Otros eventos posteriores a la semana 69 y anteriores a la semana 70 lo constituyen la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo.  
El evento que marcaría el período posterior a la semana 69 (7+62), el asesinato del Mesías, inaugura un compás de espera hasta que llegue la semana número 70.  Esa semana no ha llegado todavía, pero fue marcada por Gabriel cuando dijo que Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías.  También dijo que se destruiría la ciudad y el santuario por parte del pueblo de un príncipe que habría de venir.  Es después de esas 62 semanas, o lo que es lo mismo, después de la semana 69, que la semana 70 llegaría, pero no inmediatamente después de la semana 69.  Gabriel marcó un compás de espera al decirle a Daniel que esos eventos sucederían después de la semana 69, pero no dijo que sucederían en la semana 70.
III- 1 semana (7 años).  Asimismo, Gabriel declara a Daniel que un príncipe que ha de venir tendrá el poder por una semana, hará cesar el sacrificio y la ofrenda y con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador.  Es como si ese príncipe que habrá de venir tuviese muchos nombres, uno de ellos es el desolador.  Daniel mismo lo nombra como el cuerno pequeño, un rey insolente, y entendido en enigmas, el rey (además de nombrarlo el príncipe y el desolador).  Pero acá no nos dice que será por una semana cualquiera, sino que precisa diciendo: Y por otra semana.  El término otra denota que refiere a la semana que sigue a las 69 semanas anteriores.  Esa otra semana es la semana número 70 que no comienza inmediatamente después de la 69, toda vez que se nos ha dicho que habrá un compás de espera con los acontecimientos ya predichos que ocurrirían después de la semana 69.
De esta semana nos habla el libro de Apocalipsis, es la semana de la tribulación y gran tribulación para los moradores de la tierra.  Un fuego cruzado vivirán los que aquí moren, pues de un lado estarán los juicios de Dios para los moradores de la tierra, y del otro lado estará la persecución de Satánás contra todo lo que tenga que ver con Dios, contra Israel en particular y aún contra los mismos seguidores del Anticristo, ya que se cumplirá una vez más el adagio que dice que el diablo ofrece mucho, da poco y quita todo.  Es Apocalipsis 17:8 quien nos dice que ese Anticristo, desolador, del que nos habla Daniel, es la bestia que está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.  Pero en el capítulo 13 verso 8 del mismo libro citado leemos:  Y la adoraron (a la bestia) todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. 
En Apocalipsis 3:10 existe una promesa para la iglesia:
  Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.  La prueba no se le hará a la iglesia, sino a los que tienen morada en el mundo.  Una cita de Thiessen Henry encontrada en el libro Eventos del Porvenir de Pentecost nos dice en forma muy explicativa lo siguiente:  Ahora bien, la palabra moran que se usa aquí (kakoiteo) es una palabra fuerte.  Se usa para describir la plenitud de la Deidad que moraba en Cristo (Col. 2); se usa para expresar la institución de la morada permanente de Cristo en el corazón del creyente (Ef. 3:17), y de los demonios que regresan para tomar absoluta posesión del hombre (Mt. 12:45; Lc. 11:26).  Debe distinguirse de la palabra oikeo, que es un término general que también significa morar, y de paroikeo, que da la idea de transitoriedad, residir temporalmente.  Thayer observa que el término kakoiteo tiene la idea de permanencia en sí.  Por tanto el juicio a que se refiere Apocalipsis 3:10 es dirigido contra los moradores de la tierra de ese día, contra aquellos que se han establecido en la tierra como su verdadero hogar, que se han identificado a sí mismos con el comercio y la religión de la tierra.
Nosotros como iglesia pasamos a través de múltiples tribulaciones en esta tierra.  Pero no vamos a ser probados en el sentido de que se nos inflijan males para verificar nuestro carácter y la constancia de nuestra fe.  La razón descansa en que el Padre nos ve escondidos en Cristo.  La iglesia (con todos sus defectos temporales) es vista como una novia sin mancha ni arruga, pues nuestra perfección no se apoya en nuestras fuerzas, sino en quien nos escogió.  Por esa razón la verdadera iglesia no necesita ser probada para ver si su fe es genuina. 

En el verso 26 de Daniel 9 se nos menciona a un pueblo de un príncipe que ha de venir.  Ese pueblo va a destruir la ciudad y el santuario.  Eso está referido, como lo mencionamos antes, a lo que habría de acontecer como evento especial durante el período de las 62 semanas, el segundo desglose del tiempo profético explicado por Gabriel.  Pero el vero 27 nos introduce en la semana número 70, como ya hemos dicho, y nos recuerda que hay un sujeto gramatical en el texto precedente que tiene una acción verbal en ese texto del verso 27.  Esta acción verbal consiste en una serie de eventos tales como confirmar el pacto con muchos, hacer cesar el sacrificio y la ofrenda, con la muchedumbre de las abominaciones hacer que llegue el desolador con su desolación, hasta la consumación, y lo que esté determinado se cumpla en el desolador.  La pregunta es ¿quién es este sujeto?  La respuesta lógica es el príncipe del pueblo que vino a destruir la ciudad y el santuario.  Si en el verso 26 se hablaba de un pueblo que vendría a unas actividades particulares, y ese pueblo era identificado como perteneciente a un príncipe que habría de venir, en el verso 27 ese sujeto se hace presente con su carácter de príncipe.  Es un príncipe el que tiene la capacidad para confirmar pactos, para profanar el santuario judío haciendo cesar el sacrificio y la ofrenda, para traer muchedumbre de abominaciones.  Es ese príncipe llamado también el desolador y el que hace abominaciones el que es referido por Jesucristo cuando respondía acerca de las señales que circundarían su segunda venida para juicio a las naciones.  Marcos 13: 14 lo recoge así:  Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.  El mismo Jesucristo aclaró quién es ese príncipe que habrá de venir, y nos recomendó entender al leer la profecía de Daniel.

Un resumen encontrado en el libro Teología Sistemática de Lewis S.Chafer.

Quiero incluir un comentario que ilustra y apoya todo lo ya dicho en este breve estudio acerca de las setenta semanas de Daniel. Chafer, en su Teología Sistemática, escribe acerca del tema, y ese libro ha sido editado por la Editorial Bautista Independiente.  Lo que aparezca en negritas es anexo que hago al comentario de Chafer. “La profecía iba a comenzar con el mandamiento de restaurar y reconstruir a Jerusalén (Dn. 9:25), y 483 años de un total de los 490 años iban a ser cumplidos antes de la venida del Mesías Príncipe. Aunque los eruditos han diferido grandemente en la interpretación de este pasaje, probablemente el mejor punto de vista sea comenzar este período de 490 años con el tiempo de la reconstrucción de Jerusalén por Nehemías el año 445 a.C. Entonces culminaría aproximadamente el año 32 d.C., aproximadamente en la fecha en que Cristo murió en la cruz (si se tiene en cuenta el año cero a.C y d.C. tenemos fechas más precisas. Ese año cero es llamado así porque no existió).
Según la profecía de Daniel, después de quitársele la vida al Mesías, lo que ocurriría cumplidos los 483 años, pero ciertamente antes de los últimos siete años de la profecía, Jerusalén misma sería destruida (Dn. 9:26). Esto fue cumplido históricamente en la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.
Está implícito en la profecía de Daniel que hay un período considerable entre el fin de los 483 años, o las 69 semanas, y el comienzo de los últimos siete años o septuagésima semana, puesto que incluye dos sucesos separados por 40 años (la muerte del Mesías y la destrucción de la ciudad y del santuario. Si Cristo murió aproximadamente en el año 32 ó 33 de nuestra era, y si el General Tito, de las fuerzas romanas dirigió la destrucción de Jerusalén y del Santuario alrededor del año 70 d.C., la diferencia de tiempo entre ambos eventos es cercana a 40 años). La última semana se iba a caracterizar por un pacto que se hace con un príncipe futuro relacionado con el pueblo que destruyó la ciudad. Como el pueblo que destruyó la ciudad fue el pueblo romano, «el príncipe que ha de venir» (Dn. 9:26) será precisamente un gobernador del imperio romano el que venga (esto hace suponer que ese viejo imperio se reestructurará como lo prefigura el libro de Apocalipsis, bajo un eje de 10 cabezas o centros de poder). Muchos intérpretes miran esto como un suceso aún futuro que ocurrirá después que la iglesia haya sido arrebatada.  Este gobernador futuro hará un pacto de siete años con el pueblo de Israel, como se describe en Daniel 9:27. El pacto será quebrantado a la mitad de la semana, y los últimos tres años y medio serán de persecución y tribulación para Israel.
Este período es tema de extensas profecías en Apocalipsis capítulos 6 a 18 y termina con la segunda venida de Cristo en Apocalipsis 19 (recordemos que en este capítulo 19 se relata la realización de las bodas del Cordero con su esposa preparada, vestida de lino fino, limpio y resplandeciente.  Esta esposa no es otra que su iglesia- que ya no está en la tierra, pues no podría estar al mismo tiempo en el cielo para convertirse en esposa. Bienaventurados los que son llamados a las bodas del Cordero. Después de esas bodas se relata que Cristo viene a la tierra en su segunda y gloriosa venida, pues de su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y la bestia y los reyes de la tierra estarán reunidos para guerrear contra el Fiel y Verdadero. Pero la bestia y el falso profeta fueron apresados y lanzados vivos al lago de fuego… Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante…grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia –Efesios 5: 25-32).
Es de especial interés la predicción de que este príncipe que ha de venir hará cesar el sacrificio y la ofrenda y ‘hará desolación` en el templo. Esto implica un futuro templo en Jerusalén y una reiniciación del sistema mosaico de sacrificios por los judíos ortodoxos en el período que precede a la segunda venida de Cristo.

Es significativo que los primeros 483 años se hayan ya cumplido. Jerusalén fue reedificada en los primeros 49 años, como se indica en Daniel 9:25. El Mesías fue ejecutado después de 483 años. Los sucesos de la última semana aún están en el futuro y proporcionan una cronología para el tiempo del fin que lleva hasta la segunda venida de Cristo”.

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