Ser una persona solitaria es malo para la salud


(NC&T) Los investigadores sospecharon que aunque el daño provocado por la soledad podría ser moderado y poco notable en la juventud, aumenta con el tiempo. Para probar esta idea, estudiaron un grupo de individuos con edades en torno a los veinte años, y completaron la labor con el estudio anual de un grupo de personas que inicialmente tenían entre 50 y 68 años de edad.


Sus hallazgos son reveladores. Consideremos el estrés, por ejemplo. Cuantos más años se viva, más experiencias estresantes es probable que se afronten: nuevos empleos, divorcios, hijos a cuidar, preocupaciones financieras, enfermedades... Es inevitable.




Sin embargo, cuando los psicólogos observaron las vidas de las personas de mediana y avanzada edad en su estudio, encontraron que aunque las solitarias informaban del mismo número de eventos vivenciales estresantes, identificaban más fuentes de estrés crónico y recordaban más adversidades de la niñez. Además, diferían en la percepción de sus experiencias vivenciales. Aún cuando se enfrentaban con desafíos similares, las personas solitarias parecían más desvalidas y amenazadas. E irónicamente, eran menos propensas a la búsqueda activa de ayuda cuando se encontraban estresadas.




Hawkley y Cacioppo tomaron entonces muestras de orina de los voluntarios, tanto de los solitarios como de los otros, y encontraron que los primeros tenían mayor concentración de la hormona epinefrina circulando por sus cuerpos. La epinefrina es uno de los agentes químicos típicos del cuerpo cuando la persona se encuentra en una situación de gran tensión, y la presencia de niveles altos indica que las personas solitarias van por la vida con un elevado estado de nerviosismo. Como ocurre con la propensión a una presión sanguínea inadecuada, este problema fisiológico probablemente se manifiesta más a medida que el sujeto avanza en edad.




Hay más malas noticias. Cuando experimentamos el agotamiento causado por la tensión, nuestros cuerpos normalmente cuentan con procesos restauradores, como el sueño, para "apuntalarnos". Pero cuando los investigadores supervisaron el sueño de los voluntarios más jóvenes, encontraron que los solitarios pasaban sus noches sufriendo perturbaciones del sueño, que consistían en muchos "microdespertares". O sea, parecían dormir tanto como los voluntarios normales, pero su sueño era de peor calidad. Según se desprende de la comparación entre los testimonios de las personas solitarias y los de las normales, las primeras sufrían durante el día mayores problemas del tipo que se asocia a dormir poco, un resultado que no causa sorpresa. Dado que, en cualquier caso, el sueño tiende a deteriorarse con la edad, el golpe adicional de la soledad probablemente comprometa aún más este proceso natural de restauración.



Estar solo no es lo mismo que sentirse solo. Algunas personas simplemente se sienten bien estando solas, hasta el punto de que hay quienes ven la soledad como un sendero hacia el crecimiento espiritual. Pero para muchas personas, el aislamiento social se convierte en un cómplice del envejecimiento físico, al cual se agrega para formar un cóctel tóxico. 

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